Llegó el día, después de casi nueve meses de duros entrenamiento, el día 4 de julio llegó y voy a intentar resumiros lo que vivimos a lo largo de los 105km y 5750 metros de desnivel positivo de los que constaba la prueba.
A las 6:15 horas de la mañana, en la localidad Hispano-Francesa de Les nos posicionábamos en la limnea de salida Jose Álvarez y yo, por delante una aventura en la que sufrimos y disfrutamos a partes iguales. Los primeros km transcurren entre las calle de Les y unos caminos anchos, que permitió al gran pelotón, formado por unos 900 corredores, poder iniciar la carrera sin incidencias, pero pronto nos adentramos en un sendero que seguía el cauce del rio y que
cada vez se iba estrechando más, lo que hizo que el pelotón se convirtiera en un largo dragón multicolor, de esos que se exhiben en el año nuevo chino. Los 12 primeros km son tranquilos, con algunas subidas y bajadas y atravesando un bonito bosque con un enorme barranco a nuestra derecha, en cuyo fondo el ruido del agua fluyendo nos indicaba que ahí estaba el rio. Llegados al km 12, iniciábamos la que mostros pensábamos que iba a ser la parte más dura de la carrera, primero por el desnivel, ya que íbamos acumular 35000 m + de una atacada y segundo, por que por delante teníamos dos tramos muy largos sin avituallamientos.
Comenzamos el ascenso dejando atrás la zona boscosa, saliendo a zonas de enormes praderas y unos paisajes realmente bonitos, que nos iban deleitando durante el ascenso, un ascenso por un estrecho sendero en forma de zetas de mas de 8 km, que aunque no tenia una dificultad técnica elevada, si tenia una inclinación considerable, a lo que hay que añadir que seguíamos en fila india y que nos costaba coger un ritmo cómodo, ya que teníamos que ir parando continuamente, lo que nos servía para poder apreciar el espectáculo que la naturaleza nos ofrecía. Por fin, después de una dura y constante subida llegamos a la cima, a Mines de Liat y punto que le da sentido a eslogan de la carrera Camins de Ferro ( Caminos del Hierro) y es que al llegar a la cima nos encontramos con una series de minas de hierro abandonadas y que convertían el paisaje en un Rio Tinto a pequeña escala, con ríos de color cobre y un polvo negro que lo inundaba todo, mezclado con las inmensas montañas que se extendían hasta donde nuestros ojos podían ver.
Continuamos camino hacia Point de Urets recorriendo estas minas abandonadas y este paisaje casi lunar, por un terreno que al principio era algo favorable, ya que tenia algunas bajadas, pero que pronto se convirtió en otra espectacular subida que nos llevaría a un enorme y espectacular lago y a los últimos neveros que había por la zona, hasta llegar al
punto que me mencionado antes y en el que estábamos a más de 2500 m de altitud. Una vez en la cima fuimos bordeando un acantilado por el que cuando funcionaban las minas, pasaban las vagonetas llevando el mineral y cuyos railes todavía estaban allí y que hacían que tuviésemos que extremar las precauciones, por que un tropezón no hubiera traído nada buen. Y así, entre las vías de las vagonetas y atravesando pequeños túneles excavados en las rocas llegamos al inicio de la primera gran bajada, que al principio, nos costón cogerle el truco, ya que las piernas iban
castigadas por las subidas y los más de 3500 m+ que ya llevábamos en nuestras piernas, pero que poco a poco fuimos cogiendo el truco haciendo un descenso rápido y cómodo el cual nos llevaría hasta el km 46, donde nos esperaba un avituallamiento. Desde aquí hasta el km 60, lo podemos considerar una zona de transición, en la que empezamos a seguir el cauce del rio, entrando y saliendo de
pequeños bosques de pinos y algunas praderas donde pastaban vacas y caballos, pasando por la famosísima estación de esquí de Baqueira Beret.
Lo más destacable de este tramo es que para las 16:00 horas las previsiones meteorológicas anunciaban tormenta y puntual como un reloj, a esa hora se empezaron a oír los primeros truenos, los cuales retumbaban como nunca los habíamos escuchado retumbar. Llegamos a Saladru y allí nos esperaba el avituallamiento con la bosa de vida, que no es otra cosa que una mochila en la que podemos echar ropa para cambiarnos mas geles , para reponer los gastados y todo lo que uno cree que puede necesitar para afrontar la segunda parte de la carrera. Y así, con las equitaciones limpias y el estómago lleno de arroz y algo de fruta comenzábamos un nuevo tramo de la carrera, un tramo que no empezó demasiado bien, ya que antes os he dicho que comenzaron los truenos y algunos impresionantes relámpagos, pues bien a un km del avituallamiento, comenzó la lluvia, una lluvia, que a pesar de ponernos los chubasqueros, nos calo por completo, por lo que la ropa seca y limpia duró mas bien poco. Pero bueno, esto son cosas que pasan en muchas carreras y a lo que ya estamos, mas o menos , acostumbrados. Lo peor del agua es como dejo el recorrido, ya que en la primera parte de de este tramo la mayor parte son senderos estrechos que recorren una zona de umbría y cuyo suelo se convirtió en una pucha resbaladiza de color negro o marran, dependiendo de la zona, lo que hacia que los resbalones fuesen frecuentes y peligrosos. Sobre el km 90, nos meteríamos de lleno en la que sin duda será la zona más técnica de la carrera, una subida por el lecho rocoso de un rio, que debería de estar seco, pero que no los estaba, lo que complicaba bastante el ascenso, sumado a que había tramos de esta subida que se habían convertidos en pequeñas charcas de barro y agua que era casi imposible esquivar, por lo que no quedaba mas remedio que atravesar sin más. Pero bueno, como no hay obstáculo que se nos resista, conseguimos llegar a la cima, donde nos esperaba una charca, esta si, de aguas cristalinas y que era un espectáculo digno de contemplar.
Desde esta charca, comenzaba un descenso más peligroso que la subida, ya que a la dureza del terreno, ya que seguíamos metidos en el cauce del rio rocoso, le sumamos el agua y hacia un coctel perfecto para una caída de las buenas, por lo que bajamos el ritmo y con cautela continuamos camino y antes de llegar a Artiles, donde nos espera la segunda y última bolsa de vida, el día nos regala una puesta de sol digna de cualquier película y que nos llena de energía para afrontar la última parte de nuestro objetivo. En el avituallamiento de Artiles, una parada rápida, comer un poco llenar depósitos de agua y continuar la marcha, por delante tenemos 12 km hasta la meta, pero no nos podemos confiar, justo después de salir del avituallamiento y ya de noche, nos enfrentamos a una subida brutal, por la inclinación de unos 3 km y casi 600 m+, que como postre para terminar el día, no esta nada mal. A la inclinación le tenemos que añadir que el terreno esta mojado y es arenoso, lo que hace que en algunos tramos nos deslicemos y nos tengamos que sujetar fuerte a nuestros bastones, por lo que esta subida hay que hacerla con cabeza, sin prisa pero sin pausa ya que estamos cerca de la meta y estos momentos son para saborearlos. Por fin, después de un gran esfuerzo llegamos a la cima y comienza un descenso de armas tomar con el terreno muy resbaladizo lo que nos hace ir con el freno de mano echado, para evitar terminar en el suelo. Ya queda poco, ya se escucha a lo lejos a la gente que vitorea los corredores cuando entran en meta, nos quedan 3 km, el cuerpo saca todas las fuerzas que le quedan y las manda a las piernas, 2 km ya se ve el Vielha, lugar donde esta ubicada la meta, 1 km las piernas cogen velocidad, la adrenalina fluye por todo nuestro cuerpo, 500 m vemos la meta, una enorme sonrisa ilumina nuestra cara, las piernas ya van solas , casi volando y por fin cruzamos la meta, la felicidad inunda nuestros cuerpos e incluso hace que se nos escapen las lagrimas, nos ponen nuestra medalla de finisher y ahora si, lo hemos conseguido, hemos cumplido nuestro objetivo, un objetivo que quedará guardado en nuestra memoria no solo por la belleza de la zona, que también, sino por todos los obstáculos que hay que ir superando hasta lograrlo, largos meses de duro entrenamiento con condiciones climáticas muy diversas, muchos madrugones y muchas horas fuera de casa, que al cruzar la meta se convierten en esa felicidad del trabajo bien hecho.
Ahora toca descansar e ir pensando en el próximo objetivo, pero es una historia que todavía no esta escrita y que os iremos contando.
Y ahí queda eso.
Samuel